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Espiritualidad para la vida

  • cristoreyparroquia
  • 7 may 2020
  • 4 Min. de lectura


Jesucristo nos reveló que de Dios sólo viene el amor, la misericordia, la curación, la paz, el encuentro que ayuda a crecer, la solidaridad, la incorporación a la sociedad y la ayuda para enfrentar el mal donde se presente. Dios nos busca incansablemente. Es muy importante ver en Jesús no sólo en su divinidad, sino descubrirlo como verdadero hombre, que aprendió a vivir y a relacionarse con Dios como todo ser humano. Dios no sólo es varón, también contiene lo femenino.

I.- El Reino de Dios, lo más importante para la vida cristiana.

Jesús más que hablar de Dios, hablaba del proyecto de Dios. Para la humanidad una vida más humana, más buena, más sana, más gozosa para todos, empezando por los últimos. El Reino de Dios no es una obligación, es un deseo profundo que está en el corazón. Deseos que el mundo sea diferente: con más justicia, con menos sufrimiento, con más felicidad que compartir. Ya no es un imperativo, es un deseo. Jesús relaciona a Dios y al reino más con la vida de la gente que con el culto o la religión. Jesús nos invita a tener una vida integral, no sólo espiritual. Hay una declaración de Jesús que a todos sorprendió: “El Reino ha llegado”. La acogida del Reino empieza con la fe pero se realiza en la vida de los pueblos, lo que le preocupa es liberar a la gente de cuanto le deshumaniza y la hace sufrir. El Reino es el perdón que reconcilia y nos vuelve a hermanar, que reconstruye las relaciones entre las personas.

II.- Pare entender mejor el Reino.

El cristianismo es diferente de las demás religiones porque éstas ponen a Dios en el centro, mientras que el cristianismo pone en el centro a la persona (el hombre). Es el escándalo que presenta Jesús por la encarnación: Dios está en el hombre (Jesús) y en los hombres. La persona es el sacramento donde encontramos a Dios. La centralidad del hombre en el cristianismo es porque así lo quiso Dios, es pura gracia. En eso es diferente el cristianismo al humanismo que pone al centro al hombre por sí. Dios quiere tanto a las personas que las pone al centro y se quita Él. Dios tiene la iniciativa de reinar con el amor y la misericordia.

III.- Jesús, modelo de humanidad

La espiritualidad de Jesús está marcada por la humildad del que no tiene nada, del que no acapara. Es una espiritualidad que lleva al servicio. Lo libera de las ansias de la apariencia y la importancia en la sociedad. Jesús era libre, eso marcaba la convivencia con las demás personas.

Lo humano no se contrapone a lo espiritual, es más, primero debemos humanizarnos para ser espirituales. Debemos ser personas sin dureza de corazón, sensibles y tiernas. Si quiero ser una persona espiritual debo asumir mi humanidad y la de los otros. Dios no sólo trabaja con nuestras partes luminosas, sino con toda nuestra persona. Debo asumir mi sexualidad, conocerla, trabajarla, vivirla con el espíritu de Jesús.

IV.- La encarnación, un modo de ser y amar

El Dios invisible se vuelve visible, tangible, se relaciona con nosotros de una manera distinta a como lo hacía antes. Necesitábamos de un Dios que tuviera piel y nos abrazara. Esto implica un amor de Dios por nosotros y por nuestra humanidad. Hay una voluntad de cercanía. Dios se hace hombre, se hace frágil, acorta distancias. Rolheiser dice que en el texto de Juan donde Jesús dice que el que no coma su carne y beba su sangre no tendrá vida eterna, Jesús se refiere al término sarx que significa carne en mal estado, enferma. Jesús nos pide que comamos de ese cuerpo, de la comunidad. No podemos relacionarnos con un Dios puro si no somos capaces de relacionarnos con una comunidad imperfecta. La espiritualidad cristiana siempre tiene que ver con el trato con nosotros como con el trato con Dios. La espiritualidad no se puede hacer sin la comunidad. Si aceptamos el reto de acoger a un cuerpo enfermo nos relacionaremos más humanamente con la comunidad, veremos en la imperfección de los demás un espejo de la propia.

V.- Qué se entiende por espiritualidad

El espíritu (la espiritualidad) de una comunidad es: su motivación de vida, su talante, su inspiración creativa, su utopía, las causas por las que lucha. Toda persona esta animada por un espíritu y marcada por una espiritualidad. La espiritualidad es patrimonio de todos los seres humanos, no es exclusiva de un grupo. El Espíritu de Dios trabaja también fuera de las religiones institucionales pues ofrece al ser humano su gracia por otros caminos. La espiritualidad de Jesús está marcada por la causa del Reino. La espiritualidad cristiana surge del trato cercano y frecuente con la persona de Jesús, de la contemplación de su vida, del diálogo frecuente, del compartir, de aceptar su apoyo y confrontación, de perder el tiempo juntos. Esa es la espiritualidad.

VI.- Dios, nuestra felicidad.

Una Iglesia autoritaria no puede comunicar un cristianismo feliz. No puede hacer feliz a la gente porque su argumento es el pecado, el juicio y el castigo. La felicidad no se impone, se contagia, la capacidad para contagiar la felicidad es determinante para quien quiere hablar de Dios. La propuesta de Dios es que seamos felices haciendo felices a los demás. Dios colabora con nuestra felicidad.

VII.- El aporte de los sentimientos a la espiritualidad.

Si estamos desconectados de nuestros sentimientos, necesitamos pedir la ayuda y la gracia de Dios. Esto nos dará valentía y libertad para sentir nuestros propios sentimientos. Intimidad y libertad son los frutos de la honestidad emocional. La espiritualidad está puesta para darnos la fortaleza y la capacidad para ser honestos con nosotros mismos. La espiritualidad implica tres cosas que están interrelacionadas: la honestidad con lo que somos, el sentirnos cómodos con nuestros sentimientos y un Dios amoroso.

En la medida en la que seamos honestos con nuestras emociones empezaremos a contrarrestar los efectos del amor condicionado que recibimos. La honestidad es el elemento esencial de la vida espiritual porque es el fundamento de la intimidad con Dios, con los demás y con nosotros. La espiritualidad nos da la fuerza para ser vulnerable ante los demás, para compartir a los demás nuestros sentimientos y esto es lo que posibilita la intimidad. Esto requiere humildad.

La vida espiritual, la relación con Dios, no es fecunda desde una máscara y desde una persona que se desvalora y no confía en su interioridad, en sus sentimientos.


 
 
 

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