top of page
Buscar
  • cristoreyparroquia

El santo que dejó las armas... terrenales.



¿Cuándo se puede decir que uno se encuentra a la mitad de su vida? Nadie tiene la vida comprada y, por lo tanto, no es posible saber si ya se ha cruzado esa línea o aún queda tiempo. Y resulta casi inevitable que la mente se pare a reflexionar cuando se le hace esa pregunta en la que probablemente deriven otras dos: ¿qué he hecho hasta ahora? Y ¿qué haré con lo que me queda?

Las circunstancias en las que se nace no se pueden elegir, pero sí se puede elegir la actitud con la que se afronta ese contexto del que se forma parte. Culpar a agentes externos, siempre y cuando se tenga una buena salud mental, de que una persona camine o no por el camino correcto, equivale a cortar de tajo su capacidad de elegir: siempre hay opción.

¿Pero cuál es la elección adecuada? ¿hacia dónde hay que caminar? Es justo en ese punto donde es clave el discernimiento, aquello con lo que se puede distinguir lo justo de lo injusto, la felicidad de la tristeza y la verdad de la mentira. Quizá eso último sea lo más importante, porque el que encuentra la verdad se hace libre (cfr. Jn 8,32b).

San Ignacio de Loyola fue, y lo sigue siendo a través de los textos que escribió, un gran maestro del discernimiento. Un hombre entregado en cuerpo y alma a “la causa” ¿cuál? Aquella en la que él decidía creer. Se dedicó a luchar, con arma en mano, por un ser terrenal, lo que le hacía sentir que estaba sembrando honor y poder al mismo tiempo que velaba por su propio futuro, pues entre más éxito tuviera en batalla, era más probable su crecimiento de rango, ergo una vida más acomodada.

Sin embargo algo pasó, un día su cuerpo y su espíritu se rompieron y tuvo que invertir un largo período para su recuperación. Mientras sanaba físicamente, alimentaba su mente con libros que le abrieron los ojos hacia un horizonte lleno de riquezas que jamás había imaginado; riquezas que ningún ser humano podría otorgarle.

Así, con aquel coraje que lo caracterizaba, decidió cambiar radicalmente su forma de vivir, prácticamente a la mitad de su vida. Y todas las herramientas que había adquirido a lo largo de 30 años le sirvieron para forjar un legado que ha trascendido por casi 500 años: la Compañía de Jesús y los Ejercicios Espirituales.

Parece increíble que los pensamientos de alguien que nació en 1491, una época totalmente diferente al siglo XXI, sigan siendo vigentes y aplicables con una practicidad extraordinaria. Actualmente resulta fácil observar un mundo insatisfecho, esclavo de sus mentiras y cómplice de su decadencia, tan falto de amor y compasión entre los seres que lo habitan.

Hoy, quizá más que nunca, la humanidad necesita darse cuenta de la verdad. Y la verdad es que puede elegir; no importa si toda la vida se ha caminado por el camino incorrecto o el que no gusta o el que no satisface, porque, mientras se tenga vida, se puede elegir. Cada persona guarda en su interior el coraje necesario para cambiar su actitud ante las circunstancias que le son hirientes; cambiar aquellos hábitos que merman su calidad de vida; e incluso ser un poco más amoroso y compasivo que ayer.

No importan las medallas ni los títulos, la muerte pulverizará en un segundo todo el poder y éxito que se hayan acumulado para el beneficio personal. “Sólo aquel que vive para servir, sirve para vivir”. O como diría el buen Ignacio: en todo amar y servir(EE. 233). Por eso, cuando se establecen objetivos que trascienden a la persona, las acciones encaminadas a conseguirlos, trascienden a la vida.

Entonces ¿qué de lo que haga hoy me trascenderá como persona? El discernimiento ayudará a encontrar las acciones adecuadas y, el coraje, a ejecutarlas. Aunque si se busca una pista, pensar en el prójimo prácticamente nunca fallará. ¿Por qué el libro Ejercicios Espirituales sigue vigente? Quizá porque está pensado para ayudar a tantas personas como sea posible.

“Porque de esta vida sólo nos llevaremos las cosas que hayamos dado”. Quizá si cada uno pensara ¿qué voy a empacar hoy para mi viaje de ida? (sembrar un árbol, regalar algo de mi tiempo a quien necesita hablar, hacer reír a los ancianos, meditar, elevar una plegaria por quienes luchan por la salud de los demás…) sería más fácil vivir en este mundo, porque ya es un mundo bello, pero hacen más falta personas que con su belleza interior lo hagan un lugar más justo.

Dr. Francisco Orduña González.

47 visualizaciones1 comentario

Entradas recientes

Ver todo

4813831386

©2020 por Parroquia de Cristo Rey-Diócesis de Ciudad Valles. Creada con Wix.com

bottom of page