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Hacia la fiesta de la Iglesia: Pentecostés.

Serie Pentecostés

Reflexión 1

El Paráclito


Primera parte

Por Erick G. Galicia

“Consuelen, consuelen a mi pueblo – dice su Dios. Hablen al Corazón de Jerusalén y díganlo bien alto…”

Uno de los títulos del Espíritu Santo, que más han impactado mi vida espiritual, es el de “Paráclito”, y aunque la traducción de la palabra griega “παρακλητος” (parakletos) en nuestro español es muy rica: abogado, defensor, intercesor, consolador, en esta reflexión les invito a meditar conmigo sobre la labor de consuelo que tiene en nuestra vida, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.

Estamos viviendo un momento de la historia muy peculiar, para el cual, por nuestro estilo de vida no estábamos preparados. Se nos han cerrado los templos en donde el hombre contemporáneo adora a sus dioses (dinero, poder, placer). Centros vacacionales, comerciales y hasta fábricas han quedado a merced de un microscópico organismo que ha mermado la salud de la población y acabado con la vida de personas vulnerables. También los cristianos que estamos en el mundo, hemos sufrido las consecuencias de lo que hoy se llama a nivel global, pandemia. El culto se ha restringido, los lugares sagrados están cerrados, las Misas se están transmitiendo por internet, y se han implementado medidas pastorales-digitales para llegar al pueblo de Dios. Vaya, toda una novedad para la que no estábamos tan listos, pero tuvimos que sacar adelante en poco tiempo. Bien, y en todo esto, es más que necesario abrir el corazón a los consolaciones que nos llegan a través del Santo Espíritu.

Podemos estar pasando momentos de ofuscación intelectual al cuestionar los planes divinos, no entender el porqué de las cosas y donar nuestra voluntad a situaciones que pueden llevarnos a la depresión, ansiedad y compulsiones, sin embargo, si tomáramos conciencia del trabajo interior que puede llegar a desarrollar el Divino Consolador en nuestra vida ¡todo se renovaría! En medio de las complejidades de la vida que estamos experimentando en este tiempo al estar en casa, sin la rutina laboral, escolar, comercial, y hasta eclesial, dejemos que sea el Espíritu Santo quien nos anime, que su poderosa fuerza nos sostenga y su presencia nos consuele. Y, es sólo mediante la oración reverente y confiada que podemos experimentar, esta novedad de consuelo, para ser renovados y tener la capacidad de compaginar la vida familiar con los retos que la pandemia nos ha impuesto. Salgamos de la mazmorra de la tristeza, del desánimo y del extrañar nuestra rutina con la invocación diaria al Consolador de las Almas:


Ven Espíritu Divino,

Manda tu luz desde el Cielo

Padre amoroso del pobre,

Don en tus dones, esplendido;

Luz que penetra las almas,

Fuente de mayor consuelo.


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